La noticia del atropello me salió al encuentro en el primer boletín informativo del día siguiente. A las 2.30 de la mañana, una anciana (en la literatura de sucesos, todos los que tienen más de 50 años están catalogados como ancianos), había sido atropellada en la A6. Caminaba por el arcén arrastrando un carrito de la compra con sus enseres dentro cuando un coche la embistió. En la era de las infraestructuras, los arcenes han sustituido a las cunetas, pero participan de la misma naturaleza aciaga. Es la orilla de la vida, un lugar para los apátridas y desheredados, mendigos, criaturas sin dueño. Todo un símbolo. La anciana que huía hacia ninguna parte, desnortada y tal vez ausente, es una cruel imagen de esta sociedad. Una mujer sin nombre. Una huella en el asfalto.